Karl lo ha vuelto a hacer. El kaiser de la moda ha transformado el Grand Palais de París en un gran supermecado donde hacerse con exclusivos Coco Flakes, aceite de oliva La Gabrielle, jamón de Jambon Cambon, Tweed Cola, detergente Coco Carbone… Y, como era de esperar, el público ha enloquecido. Karl, ¿algún día dejarás de sorprendernos?
El Grand Palais ha vivido auténticos espectáculos de Chanel, pero nunca hasta ahora había albergado un supermercado. Así, moda e ironía han paseado de la mano entre los pasillos del #ChanelShoppingCentre donde hemos podido ver el mítco 2.55 envasado al vacío, las «senakers» más deseadas o pulseras de caramelo en forma del logo de Chanel que forman parte de la colección otoño-invierno 2014/15.
«Se mira pero no se toca». Ese era el único reclamo de la organización a los asistentes.
Con el desfile, Karl ha vuelto a demostrar que, a pesar de llevar medio siglo en la industria y de haber conocido los tiempos más dorados de la alta costura, el director creativo de Chanel es consciente de la evolución de la moda y del momento en el que nos encontramos. Una vez más, las modelos no llevaban tacos de 12 centímetros, sino sneakers metalizadas, de tweed o incluso de caña alta, y las prendas no eran imposibles. Abrigos de corte masculino, pitillos en tweed y un aspecto algo homeless en algunos casos.
Una vez terminado el desfile, Anna dello Russo, Bryanboy o Susie Bubble (entre muchos otros) se sumergían en una marea de gente que intentaba hacerse con un fromage francés o una caja de copos de avena. Al coger estos gadgets de mercado, las cajas se descubrían huecas y la magia parecía esfumarse, pero el público seguía peleando por los productos a modo de souvenirs refrendando la vocación consumista –y divertida– de la moda.